Dunas de Maspalomas, 6:50 pm. Área 3. Caminaba de regreso a..

Dunas de Maspalomas, 6:50 pm.
Área 3.

Caminaba de regreso a casa luego de un día de playa en Maspalomas. En el camino, que es largo, paso por esos lugares de cruising donde heterosexuales curiosos y gays se reúnen al final del día a descargarse antes de irse a los hoteles o a sus casas. Son las 6:00 de la tarde, el sol se empieza a ir y a esa hora la acción parece menguar ya que el sitio queda completamente a oscuras.

En el camino veo a un sujeto. 1.70 aproximadamente, moreno, que tenía la verga afuera. Se apoyaba en un árbol, invitando a quien quisiera a acercarse a jugar con él. ¿Podía resistirme? No. Ese día, durante todo el día, estaba con ganas de tener sexo oral con alguien y me parecía lo suficientemente atractivo como para jugar mutuamente.

Me acerco, sin mediar palabra. ¿Será suficiente para que pueda yo jugar de seis a siete antes que se vaya la luz?

En ese punto se saca la verga del pantalón. Un pedazo enorme, venoso, que pareciera que no me cabría en la boca. Sin embargo, de forma disciplinada, decidí metérmelo en la boca y comenzar a mamar. Me sujetó de la cabeza con sus dos manos intentando cogerme la garganta, haciendo que a la fuerza se abriera para que en cada embestida pudiera entrar lo más profundo que él quisiera. De mi boca solamente salía saliva, en cantidades, chorreando hasta el suelo. Una y otra vez, las embestidas continuaban. En eso, me di cuenta que estaba tensionando sus brazos aún mas y lo que salía de mi boca no era solamente saliva: su leche, espesa, había empezado a salir de mi garganta; se había corrido.

Da un paso atrás, me escupe en la cara y lo lame. Se va.

Yo sigo de rodillas.

En eso, veo que no estábamos solos. Habían cinco personas más alrededor y todos ellos se estaban masturbando con nosotros. Yo sigo de rodillas.

Sin hablar siquiera, abro mi boca que aún tiene leche caliente de la última mamada y los cinco saben de que se trata: aprovechar que pueden descargarse antes de ir a casa. Uno a uno me rodean y se rotan por quién sigue. Una a una empiezo a chuparlas, cada una de ellas diferente de la otra. Diferente sabor, textura, tamaño: no importa. Cada una es una forma diferente de tener leche. Unos me toman por la cabeza, otros se ponen la mano atrás y dejan que yo haga el trabajo. Otros, me empujan hacia su colega, que conocieron minutos atrás ahi mismo para que me trague la verga del otro. Salgo de uno y paso al otro, todos con ganas de saborear y saber qué quieren, mientras ya es de noche en el lugar.

Uno de ellos empieza a gemir más rápido, se que quiere terminar. Y lo sé mas cuando de arranque me clava su cabeza contra su verga con la intención de darme chorro tras chorro de leche caliente dentro de mi. Es contagioso. Un segundo pega su verga contra mis labios, aún con la de su colega ahi dentro y se corre. No termino de limpiarlos y un tercero, empuja la de él en mi boca para descargarse. En frenesí, el cuarto aprovecha un momento y hace exactamente lo mismo. No hay pausa, todo sucede en menos de un minuto.

Quedando solamente el quinto y yo, toma toda la leche que tengo en mi cara, unta su verga con ella y me la empuja en la garganta. Así, sin más. Es tan morboso el momento que me corro con lo que ha hecho. Mi orgasmo es tal, que el siente como me contraigo y lo hace también. Seis.

Ya es completamente de noche. Me limpio la cara, miro al suelo al ver mi corrida, me levanto y me voy. Salgo por aquella puerta donde entré el otro día y se que, en algún momento, volveré. Por que sí, porque sí son las cosas en este lugar.